Imagen: Pinterest
Para tener más claridad en relación a lo que violencia de género significa, nos sirve remitirnos al artículo 4 de la Ley Nacional 26.485 que dice:
“Se entiende por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u omisión que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal.”
Cabe destacar que la Ley Provincial 13.348 establece que el término mujeres comprende a todas aquellas personas que sienten subjetivamente su identidad o expresión de género mujer, independientemente del sexo con el que hayan nacido y de acuerdo a su vivencia personal, pudiendo involucrar o no la modificación de su apariencia o función corporal, y cualquiera sea su orientación sexual.

¿Por qué decimos que la violencia de género es una problemática social y no individual?
Porque se basa, precisamente, en una concepción social de desigualdad aún profunda entre el hombre y la mujer, en la que la mujer es significativamente desfavorecida, como por ejemplo en lo que se espera socialmente de ella, el rol que debe ocupar en la familia y en el hogar, su desempeño en el ámbito laboral, su maternidad, su emocionalidad, su sexualidad y hasta su forma de vestir, entre otras cuestiones. Nada de todo esto es visto social y culturalmente de la misma forma si se trata de los hombres. Son las mujeres quienes arrastran siglos y siglos de desventajas, de mandatos y creencias que las ubican en un lugar de vulnerabilidad que, en realidad, no tiene nada que ver con lo femenino, sino con una necesidad patriarcal de marcar una supuesta superioridad masculina.
La era que nos toca transitar nos encuentra en un proceso de cuestionamiento y de replanteo que apunta a disminuir esa brecha de desigualdad. Por eso podemos observar que muchas mujeres ya no nos identificamos con el calificativo de vulnerables y que no dudamos en arremangarnos para ejercer nuestro poder propio, y también notamos que muchos hombres no sólo respetan el poder femenino sino que lo validan y acompañan, enterrando esa falsa idea de superioridad. Pero este es un proceso complejo en sí mismo y muchas de las semillas de esa antigua visión de la mujer siguen germinando en comportamientos que degradan y rechazan lo femenino, llegando a escenarios de violencia que atentan contra las mujeres. Por esto podemos deducir que se trata de un largo camino por andar, que hay mucho aún para transformar y que es necesario que como sociedad nos involucremos.
¿Combatir esa desigualdad significa creer que los hombres y las mujeres son iguales?
No, y sí. Somos distintos en muchos aspectos: físicamente, emocionalmente, sexualmente, y hasta racionalmente, y estas diferencias son las que hacen que del encuentro entre hombres y mujeres surjan cosas maravillosas, ya que en cierto modo nos complementamos. Por ello es importante y sano saber reconocer y celebrar esas diferencias. Pero somos iguales en cuanto a seres humanos, ya que tenemos los mismos derechos a la vida en todos sus ámbitos, a desarrollarnos, a ejercer nuestra libertad, a decidir por nuestros caminos, a manifestarnos, a equivocarnos y cambiar de rumbo, a defendernos, a expresar nuestras necesidades y resolverlas. Y esta parte es la que muchas veces y desde hace tanto tiempo se le niega a la mujer, o se le reprime, o se soslaya, desembocando en hechos de violencia que varían en su magnitud y en sus consecuencias. Este es el motivo por el cual para lograr erradicar la violencia de género es necesario un cambio de paradigma social y cultural que le dé a la mujer el lugar que por naturaleza le corresponde.
¿Existe la violencia de la mujer hacia el hombre?
Sí, existe, aunque en mucha menor medida y con menos frecuencia, y fundamentalmente no se basa en ninguna concepción socio-cultural de inferioridad del hombre respecto de la mujer, por lo que no la llamamos violencia de género. Siempre la violencia de género va a referir a los hechos de violencia suscitados por la razón de ser mujer, con raíces en esa idea de inferioridad femenina que se arrastra desde la antigüedad. Por ello, hablar de violencia de género es hacernos conscientes de una realidad donde el hecho puntual de violencia es la terrible punta del iceberg sostenida por una base de mandatos y creencias que la alimentan.

Tipos de violencia de género
Los tipos de violencia de género comúnmente se dan en forma alternada o simultánea, y así mismo podemos afirmar que todos los tipos de violencia de género producen consecuencias psicológicas.
Violencia física
Es la violencia dirigida hacia el cuerpo de la mujer. Puede darse en diferentes grados, aunque ninguno de ellos es menos importante. Algunos ejemplos pueden ser: golpes, bofetones, tirones de cabello, apretones de brazos, empujones, quemaduras, ahorcamientos. La violencia física puede producir daños de diversa magnitud en el cuerpo, y genera importantes efectos emocionales y daño psicológico en la víctima. La consecuencia más grave de la violencia física es la muerte.
Violencia psicológica y emocional
Es la violencia dirigida hacia la psiquis de la mujer, causando daño emocional, baja de la autoestima, ansiedad, depresión, entre otros efectos. Algunas formas de ejercer violencia psicológica o emocional son a través de: la manipulación, el chantaje, el control y la vigilancia, la exigencia de obediencia, el hostigamiento/acoso, los celos excesivos, las amenazas, la humillación, los insultos, el aislamiento, las técnicas psicopáticas como la luz de gas, la triangulación y el tratamiento del silencio, entre otros. Se dice que la violencia psicológica es invisible porque no deja moretones a la vista, pero sus víctimas suelen mostrarse “apagadas”, con tendencia a aislarse, con cambios polarizados de estado de ánimo y problemas en la alimentación, entre otros signos, que podrían alertarnos. La consecuencia más grave de la violencia psicológica o emocional es el suicidio.
Violencia sexual
La violencia sexual se refiere a cualquier acto que atente contra la libertad de la mujer de decidir sobre su vida sexual y reproductiva, lo que incluye todo lo relacionado a sus relaciones sexuales (cómo, cuándo y con quién tenerlas) como también lo que tiene que ver con los métodos de cuidado y anticonceptivos (no permitir u obstaculizar su uso, no permitir su libre elección). Dentro de la violencia sexual encontramos tanto el abuso sexual, independientemente de la existencia o no de acceso genital, como el acoso sexual, entendido éste como el hostigamiento, la intimidación, la ofensa y la humillación con carácter sexual. Por supuesto, la violencia sexual genera graves consecuencias psicológicas y físicas. La trata de mujeres es ejemplo de cómo esta problemática escala a un alto nivel social y político, pero puede manifestarse en cualquier ámbito, laboral, familiar e incluso dentro de una pareja.
Violencia económica
Este tipo de violencia es la que atenta contra la libertad de una mujer de utilizar y de decidir sobre sus recursos económicos y patrimoniales. Ejemplos de esto son la sustracción, destrucción, retención y el control de su dinero, bienes, objetos de trabajo o documentos personales, y la limitación y la privación de cualquier recurso necesario para desarrollar una vida digna. También se incluye dentro de la violencia económica la percepción de un menor salario que el hombre en igual tarea.
Violencia simbólica
Se manifiesta a través de mensajes que sostienen y transmiten la desigualdad entre mujeres y hombres, la inferioridad y la subordinación de las mujeres, y la discriminación. Podemos ver violencia simbólica en comentarios y chistes, publicidades, programas de televisión donde la mujer es “cosificada”, letras de canciones, juegos, etc. Por medio de la violencia simbólica se imponen estereotipos como la subordinación femenina y la dominación masculina, el papel del ama de casa, la maternidad, la naturalización de las relaciones tóxicas y la violencia bajo la forma de “pasión”, y la discriminación de la mujer para determinadas actividades, entre otros. La violencia simbólica es muy sutil y muchas veces no se percibe en forma clara hasta que empezamos a prestar atención. Es importante visibilizarla y combatirla, ya que es un mecanismo por el cual la violencia de género fortalece sus raíces y se propaga en la sociedad.
¿Sos víctima de violencia de género?

Si alguno de los ítems que hemos enumerado ha resonado con situaciones que puedas estar atravesando en tu vida, es probable que estés siendo una víctima de violencia de género. Lo primero que no debes hacer es minimizar la situación o normalizar el maltrato, por ejemplo, justificando el accionar de tu abusador con frases como: “él es así, es su personalidad”, “a veces merezco lo que me dice o lo que hace”, “me ha prometido cambiar”, “el amor es así”, “es su forma de quererme”, etc. Ninguna de todas las justificaciones o excusas que puedan venirte a la mente son válidas frente al abuso y la violencia. Ni el amor es así, ni merecés lo que dice o lo que hace, ni tampoco es probable que cambie su forma de tratarte. Y las consecuencias que tiene el abuso en tu psiquis y en tu vida son devastadoras. No es lo natural ni lo esperable en una relación, porque estarás de acuerdo conmigo en que nadie establece conscientemente un vínculo con otra persona para ser maltratada y para sufrir.
Por lo tanto, el primer paso es enterarte de lo que está sucediendo. Muchas veces, cuando se está inmersa en una relación de abuso es difícil tomar dimensión de lo que sucede, aunque otras personas que ven la realidad desde fuera hayan intentado advertírtelo. ¿Y por qué es tan difícil reconocer que estás en una relación de abuso? Porque es común priorizar los sentimientos hacia esa persona, querer creer que va a cambiar y creerle cuando te lo promete, sentir que no podrías vivir sin él, creer que dependés económicamente, o incluso temer por su reacción en caso de querer alejarte. Todo esto puede hacer que pienses que es más fácil permanecer y soportar, pero los efectos del abuso van consumiéndote día a día por dentro, y eso se empieza a notar en tu vida, en tu cuerpo, en tu salud, en tus proyectos, en tus relaciones con tu familia y con tus amigos, en tu estado de ánimo. Cuanto más permanezcas al lado de quien abusa de vos, más profundos son los daños que estás permitiéndole hacerte, más hondo es el pozo psicológico al que te empuja y más difícil es desprenderte y reconstruir tu vida. Por esto es urgente que tomes noticia de lo que sucede y que tomes acción ahora mismo.
El segundo paso es, entonces, tomar la decisión de salir de donde estás sufriendo por abuso, sea este del tipo que sea. Puede parecerte abrumador lo que sigue, y no voy a mentirte. Sí, cuando has permitido el abuso en tu vida no es fácil convencer al abusador de que ya no serás su víctima. Sí, puede ser duro tener sentimientos todavía por quien basó la relación en el maltrato, pero creéme que esos sentimientos se terminan evaporando en cuanto comiences a recuperar tu amor propio. Y sí, puede que sientas miedo, pero ahí es donde necesitarás sacar tu leona de adentro para defenderte, y aprenderás a hacerlo. Porque también quiero decirte que vale la pena. No estás condenada a soportar el abuso, no es tu destino, no te conformes. Muchas cosas buenas empiezan a suceder en tu vida cuando por fin se cortan las cadenas con la violencia de género.
Luego de tomar la decisión, el tercer paso será buscar ayuda. No es conveniente ni aconsejable que hagas esto sola, y hay muchas personas, muchos recursos y muchas redes específicas para los casos de violencia de género que pueden ayudarte. En primer lugar, necesitás crear tu círculo de confianza, tu propia red de contención. Son personas de tu entorno, tu familia o tus amistades, que sabés que van a estar allí para apoyarte, para sostenerte, para rescatarte en caso de que sientas que vas a flaquear. Serán tu cable a tierra, quienes te recordarán que estás haciendo esto por tu libertad, por tu vida y por tu felicidad. También es importante que busques ayuda psicológica profesional, porque la terapia fortalecerá tu amor propio y te dará herramientas para resolver y superar los efectos del maltrato. Valen muchísimo también actividades y talleres como la meditación, el yoga, el mindfulness o cualquier terapia holística que te ayude a conectarte con vos misma y a desarrollar tu parte espiritual, por un lado para reequilibrar todo lo que el abuso desequilibra en una misma, y por otro para fortalecer todos los aspectos de tu “yo”. Y por último, es de vital importancia y absolutamente necesario en caso de violencia física, de amenazas y de acoso realizar la denuncia en tu comisaría cercana o en el juzgado. Esto no sólo te ayudará a vos misma, sino que además sienta un antecedente para el abusador y podría ayudar a otras potenciales víctimas.
Lo sé, el camino no es fácil, pero dejame decirte que tu vida tampoco lo será al lado de quien ejerce violencia de género con vos. Quizás te has acostumbrado a vivir en esa oscuridad, pero quiero contarte que existe un mundo más amable y más bello fuera del abuso, que existen relaciones sanas y personas dispuestas a darte un amor sano, que tus posibilidades de ser feliz y de sentirte bien se multiplican lejos de tu abusador. No te resignes, no te conformes, no entregues tu vida y tu libertad. Es tu derecho natural ser libre y ser tratada con respeto, con amor y con dignidad, porque sos digna de todo lo bueno que la vida tiene para ofrecerte. Date la oportunidad de romper las cadenas del abuso. Te prometo que valdrá el esfuerzo, te prometo que vas a sentirte orgullosa de vos misma, y te prometo que jamás volverás a ser una víctima.